¡Qué les voy a contar que no sepan!...
A nosotras, las mujeres, nos gusta la técnica lo justo, lo útil y lo fácil. No somos de las que nos leemos el librito de instrucciones antes de apretar botones y demás, excepto en eso de conducir, que nos obligan a hacer los tests y las prácticas. Si por nosotras fuera...
Bromas aparte les diré que tengo amigas, conocidas y otras de las que sólo sé de ellas que son fantásticas con la técnica. Yo, por ejemplo, soy la reina del cortar y pegar. Je, je... En el coche, una fitipaldi, menos los dos recuerdos de las primeras semanas; eso sí, en el mismo sitio para que la gente crea que todo ocurrió el mismo día. Con la bicicleta, un as; el otro día debí salir despedida pero yo, toda digna, hice todo lo posible para que sólo se me encabritara la susodicha un poquito y sólo saliera mi bolso por los aires. Eso sí, ese día llevaba la cremallera del bolso cerrada. Ustedes no pueden ni imaginarse lo que llega a caber en él y por consiguiente, lo que hubiera podido desparramarse por la calle. Con los beamer o cañones de luz, soy genial, menos cuando no funcionan; el por qué no me lo pregunten a mí porque toco todo lo que hay que tocar y más pero ellos como que nada. Caprichosos como pocos. Incluso me llegó a pasar en una de mis ponencias más comprometidas, por el lugar, que en ese caso era el salón de actos del Instituto Cervantes de Múnich. El día en cuestión el aparatejo, anclado al techo, no enfocaba bien y ante mí tenía tres horas de dale que te pego con una cantidad teórica importante muy bien colocadita en una presentación en power point. Ahora bien, siempre nos queda la improvisación y me hicieron unas transparencias en blanco y negro que me salvaron la vida.
Y no les cuento otras cosas porque no se las creerían pero me pasan. Tanto que hoy estoy todo el día sin poder hacer nada. A una semana de empezar el semestre se me ha estropeado el ordenador. Esta buena gente del departamento de informática me pregunta cosas que yo presumiblemente debería saber y que parece que no sé. Quiero pensar que porque cuando empecé a trabajar en esta universidad, el sistema ya estaba instalado en el ordenador y nadie tuvo el gusto de explicarme todo lo que estaba allí instalado ni cómo se llamaba.
Lo único que yo sí sé es que el jueves santo salí un momento del despacho y cuando volví, mi pantalla estaba azul. Por si no me creían los expertos- porque más de una vez ante mis explicaciones me miraron incrédulos y llegaron a verbalizar el adjetivo imposible-, hice una foto y llamé a testigos. El diagnóstico es que el disco duro ha muerto con lo que algunos archivos deben haber pasado a mejor vida. Eso ya lo presumí al seguirle a la pantalla azul una negra que se negaba a reconocer el sistema, de la cual también tomé una instantánea.
Pero a mí nunca me pasa una cosa, no. Eso haría muy aburrida mi vida. A mí me tienen que pasar unas cuantas a la vez. Y como lo sé prevengo en todo lo posible. Así es que esta mañana me traje mi portátil y mi lápiz USB y pensé que desde otra oficina podría trabajar, ya que mis archivos los tengo en una especie de disco duro virtual. El primer problema llegó ya de bein de mañana de la inquilina de tal oficina en forma de sms, secuestrada en un aeropuerto y sin poder llegar al trabajo. Así pues, me encontré con algunas de las posibilidades agotadas de un mensajazo. Nada, plan B, un plan que sabía yo que no me iba a traer nada bueno y que debería haber sido un plan Z lo menos porque lo que tenía que haber hecho es haberme ido a casa o a tomar café y disfrutar del día gélido pero soleado.
Mi llave, que parece la del sereno de la universidad, abre diferentes puertas, entre ellas la de la oficina de enfrente, que pertenece a mi estimadísima colega trotamundos, que a este paso va a empadronarse en México y todo. Ella antes de irse, se ocupó de que le arreglaran el ordenador que se le había estropeado unos días antes y no le había guardado algunos documentos, entre ellos algunas correcciones. (Aquí no puedo menos que esbozar una gran sonrisa, porque es lo peor que puede pasarle a un docente). Bueno, pues creo que voy a tener que darle una mala noticia y decirle que no se lo arreglaron bien. Creo que sigue teniendo el mismo problemilla, así es que cuando vuelvas, Marta, vas a tener que luchar cual titán para que no te arrastre al desastre el inicio de semestre con jetlag y sistema informático caído.
El diagnóstico lo he podido dar muy rápidamente, después de que me fastidiara un archivo importantísimo convirtiéndolo en lenguaje extraterrestre. Ni soñar con terminar los dossieres para los cursos, no sea que el trabajo de este periodo no lectivo se me vaya al garete. Los informáticos me han dado los números secretos del par de Jedais de la universidad y ahí cuál ha sido mi sorpresa cuando uno de ellos es mujer.
He llamado al hombre porque sé que si es algo sencillo, él podrá solucionarlo. - Un momento, mi teléfono suena- . Cosas del directo. Era él, que me ha encontrado un archivo similar, que se habría perdido también en el rifirafe y que ahora soluciona parte de mis problemas. El que se convirtió en extraterrestre, no lo encontró. Cosas raras que pasan, puesto que de ese tengo copia en marciano en mi USB. Ahora bien, mi plan B en los Jedais era el elemento femenino porque a pesar de que las mujeres entendamos poco de técnica, las que entienden son tan fiables que pondría la mano en el fuego que ella con su intuición y saber hacer me habría encontrado a la primera mi archivo. Por eso era ella mi plan B, ese que siempre es el mejor.
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4 comentarios:
Bueno, Mila, siento tus problemas con la informatica. Pero, ya que mencionas lo de conducir, me acuerdo de cierto viaje de vuelta de IKEA con una furgoneta...
Aun se me ponen los pelos de punta...
Creo que has magnificado en algo tu recuerdo, aunque yo también recuerdo aquella tarde. Eso sí, yo te avisé y quien avisa no es traidor.
Mila
Bueno, no sé quién será el de la furgoneta pero tengo que decir que yo con Mila he pasado grandes momentos en su bólido coloradito y molón. Leo tu entrada Mila y además de reirme por la ironía y resignación con la que soportas tu calvario informático se me ponen los pelos de punta al pensar el que me espera a mí. ¡Desgraciada de mí! Ya me asusta pensar en lo complicado que será la vuelta, montar mis deslabazadas notas, fotocopias y títulos de películas en el seminario que aguarda, tras la puerta, mi vuelta. Me queda "el mato" (expresión andaluza que significa una barbaridad) de exámenes por corregir, alumnos a los que antender y preguntas que hacerte a tí, mi no menos estimadísima compañera, para orientarme en el subumndo burocrático universitario. Bueno, una barbaridad. Menos mal que estás tu ahí y el goetheando para hacer terapia colectiva que si no...Besos. Marta
¡Ah! Perdona Bukowski, que se me había pasado que eras tu el de la furgoneta de IKEA...Y digo yo, ¿los amigos para qué están? Besitos, fallero. Marta
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