Pues sí, si que me alegra leer las noticias que me llegan de la prensa española en relación a la victoria de Rafael Correa en Ecuador. Porque es una victoria democrática (al menos así la narran las crónicas periodísticas) y porque al parecer ha sido abrumadora, lo cual demuestra un amplio apoyo popular al texto constitucional presentado. Las victorias electorales así cocidas son las más sabrosas y las que más alimento contienen. Merece la pena mencionarlas en nuestro humilde blog.
Poco o nada sé de este pequeño país suramericano, enfrentado al Pacífico y con aproximadamente 14 millones de habitantes repartidos por 283.560 kilómetros cuadrados. Creo recordar haber escrito al respecto con motivo de la llegada a la presidencia de Correa. Las promesas unidas a este candidato parecen haberse cumplido y la ley fundamental que ha sido aprobada estos días establece nuevas coordenadas para ordenar el país, repartir la riqueza, integrar a los diferentes grupos sociales que lo componen y posicionarlo en una buena salida de cara al siglo XXI. Nada me alegra más, repito, que ver como los países tradicionalmente abandonados por el mundo y del mundo recuperan su soberanía, poder e imagen a golpes de pasos democráticos. Todos pueden serlo, no sólo los gringos o los güeros.
Interesante además es el hecho de que precisamente de Ecuador llegan ideas medioambientales novedosas, hechas y propuestas a la comunidad internacional con un afán mundialista del que carecen muchas otras naciones, aparentemente mucho más "ecobiológicas". País productor de petróleo, Ecuador ha encontrado una gran reserva del preciado líquido negro en una zona protegida hasta la fecha como parque natural. Consciente el gobierno de que la avidez capitalista no cejará hasta explotar el último milímetro de este área del Amazonas, se propuso hace unos meses a la ONU dejar intacto el lugar y que el resto de países paguen a Ecuador una suma para permitir la conservación del lugar sin riesgo de que acabe apisonado por las corruptelas, compra-ventas y negocios sucios de los oscuros petroleros. El mundo paga para conservar uno de sus pulmones y el petróleo se queda ahí, bajo tierra, tranquilito y limpito con varios metros cúbicos de tierra y sedimentos encima. No me parece mala cosa.
Desconfío, como siempre, de las grandes utopías y los planes de un humanismo irrealista. Soy partidaria de los consensos, de los proyectos comedidos y sobre todo realizables. Es más, no peco de mitómana y le doy a Rafael Correa y a su equipo de gobierno la confianza propia que se otorga a los humanos con poder político o económico: poca. No obstante, mi esperanza es que de países como Ecuador lleguen impulsos, ideas y sobre todo argumentos con los que deslabazar poco a poco este mundo estéril y desinteresado que nos rodea en Europa y que nos obliga a agachar la cabeza para no ver los cielos y contentarnos con los trapillos de los escaparates. Mi esperanza no pueden ni deben ser los políticos ni las instituciones. La mía es el pueblo, la gente que vive y trabaja...Es a ellos a quienes doy la enhorabuena y con los que me congratulo.