Leí hace unos días un artículo en El País (14.05.09) de León Krauze, periodista y comentarista mexicano, en el que arremetía con verbo certero y aún más fino ojo contra las actitudes precaucionistas de los países del continente americano ante el virus gripal de reciente hornada: AH1N1. Krauze se congratulaba del apoyo "gringo" dado a México en tiempos de crisis y trasladaba el adjetivo "pinche" a otras latitudes y ciudadanos, considerados por lo visto hasta la fecha como los "hermanos latinoamericanos".
Al parecer la mano amiga vino esta vez del norte, en un gesto comprensivo por parte de la administración Obama al no cerrar la gran frontera que une ambos países ni en los momentos más críticos. También se dio algún despido concejal en la alcaldía de Nueva York por alguna sandez soltada en tono prepotente tipo "México es un país de armas, drogas, secuestos y fiebre porcina". Es decir, el "gringo" se comportó y se sigue comportando sin atribuir focos enfermizos a ninguna localidad geográfica y considerando la gripe actual un asunto global y no particularmente mexicano.
Krauze critica sobre todo la postura distante de algunos países latinoamericanos. Perú, Ecuador, Argentina y Cuba cesaron vuelos con México, rechazaron a ciudadanos mexicanos e incluso desde alguna peña retirada más allá de Bahía Cochinos a Castro se le volvió a poner entre cejo y cejo (locura tiránica o senil, aún está por ver) que todo era el resultado de una conspiración del "enemigo yanqui" destinada a minar la fortaleza latina. ¡Vivir para ver! Tampoco deja el periodista mexicano a la presidenta argentina sin su ración de crítica. Atribuye a Dña. Cristina haber utilizado la crisis sanitaria para desviar la atención de su propia gestión, nefasta por lo visto y marcada por una fuerte epidemia de dengue con más de 20.000 infectados. La vieja estrategia aquella de que "estaremos mal, pero los otros están peor así que cierra la puerta niña y no te quejes".
Sobre la gripe porcina se podría escribir mucho. Más aún sobre su conveniencia mediática no tanto en casos nacionales concretos sino a nivel mundial, llenos como estamos todos de crisis por todas partes y angustias generalizadas. No obstante, leyendo las palabras de Krauze se me ocurrió pensar que no hay más que desconfiar de esas narrativas colectivas en las que aparentemente todos nos sentimos felizmente acogidos cuando se trata de desmarcarse del mundo. Es decir, que ni el hermano latinoamericano, ni la ligazón de siglos entre España y Latinoamérica, ni el discurso de que todos somos de la misma madera deberían marearnos y apartar de nuestra vista una cosa evidente: cuando la casa arde, salen todos corriendo y no importa de qué color, nacionalidad, cultura o sexo se sea....la solidaridad no entiende más que un discurso y es el que realmente sirve de ayuda. Venga de donde venga.