viernes, 13 de junio de 2008

AVERNOS POPULACHEROS


De polémicas están llenas las páginas de los periódicos, los de papel y los de pixel. Ni siquiera nos las suministran con cuentagotas, así de dispuestos son estos periodistillas que han hecho del voceo una profesión y que nos castigan con frecuencia con estulticia, lugares comunes y argumentos sacados de la última partida de mus acometida en la cafetería de la esquina con los cuñados y suegros. Para describir este fenómeno de comunicación social al que me refiero, los alemanes han acuñado una palabra que traducida al castellano quedaría aproximadamente en estos términos: chorradas de peña afincada en cualquier tasca de barrio (atentos, las traducciones del alemán suelen acabar en estas largas frases).


Esta indigna parrafada introductoria me ha de servir para demostrar dos cosas. La primera: que de algún modo me siento acreditada para descalificar a los plumillas de la cotidianeidad porque entre ellos hice carrera universitaria, con ellos tuve el dudoso honor de comenzar mi vida laboral y de ellos me separé en cuanto tuve cierta autonomía de criterio. La segunda: que en ocasiones tenemos a los señores periodistas que nos merecemos y que en el caso que pretendo narrar a continuación, la disyuntiva acabará por quedarse en la famosa apertura del conflicto entre el huevo y la gallina...¿Quién es mas lelo, el que escribe o el que quiere leer a diario la basura escrita?


Lo digo porque más allá de las fronteras ibéricas ha trascendido un suceso que por su cualidad regionalista debería haberse quedado entre las páginas del diario local de alguna islilla. Me refiero al asunto lingüístico con el que los mallorquines (bueno, no todos, seguramente aquéllos asiduos a esas peñas "robacerebros" a las que me refería antes) castigan a una de las manos que les da de comer: la compañía aérea Air Berlin (os aseguro, ningún santo de mi devoción). El presidente de la misma tocó tambores de guerra y llamó a filas a los suyos cuando avistó en el blog de algún politiquillo (peor calaña si cabe que la de los voceros mediáticos) de izquierda nacionalista la terrible cruz con la que habitualmente se oculta la ausencia de argumentos razonables en los ataques contra Alemania y sus empresas.


Sí, sí. El envalentonado diputado de Esquerra Republicana de Catalunya asociaba en su alucine intelectual la negativa de la compañía a introducir el uso del catalán en sus vuelos interregionales con una actitud totalitaria, absolutista y sin sensibilidad alguna hacia las minorías. Ya véis, realmente se confirma así eso que la medicina denomina el síndrome de las islas...El ser humano se embrutece ante la incapacidad de abandonar el terruño por sus propios pies. Estando así las cosas yo me andaría con cuidado de atacar a las compañías aéreas....Por aquello de que el que entra, no sale.


En mi opinión, insultar de manera bajuna al interlocutor en cualquier tipo de confrontación dialéctica debería ser castigado con una expulsión del campo de juego. Entre otras cosas porque semejantes ataques a las partes más innobles no contribuyen en ningún modo a que la queja o la argumentación coja vuelo, se alce y se presente a la opinión pública en todo su esplendor. Es decir, que los mallorquines quieran que Air Berlin incluya la lengua catalana en sus apelaciones a los pasajeros me parece como petición absolutamente legítima. Que la compañía argumente con la imposibilidad de tener personal para cubrir la demanda, el reflejo típico de este tipo de empresas. Sin duda es posible llegar a un acuerdo.


Pero claro, también es más fácil bajarse a los avernos populacheros y recurrir a los escupitajos....No creáis que vinieron sólo del área isleña. También el presidente de Air Berlin se lució en su lamentable respuesta: sacando del baúl de la abuela al emperador (atentos otra vez, primero alemán, luego español) Carlos V/I y al imperio aquel donde nunca se ponía el sol y en el que sólo se hablaba una lengua...Realmente no sé que es peor, la estrechez de miras del diputado o la falsificación histórica del ejecutivo de altos vuelos....¡Que vengan los periodistillas a aclararlo!

1 comentario:

Anónimo dijo...

Resulta curioso que se tome el ejemplo de Carlos V y no de Felipe II, puesto que Felipe hablaba espanol. También su padre aunque fuera una lengua extranjera para él. No hay que olvidar que con su hermana hablaba en francés.