Empieza la Eurocopa y tengo la impresión de que mucha gente espera revivir el gran verano que fue el de 2006. Para Alemania supuso un punto de inflexión. Por primera vez desde las atrocidades nazis, los alemanes salieron a la calle cubiertos de bandera: en sus caras, camisetas, "capas", coches, etc. llevaban la ilusión de sentirse alemanes sin tener que avergonzarse. Tal euforia colectiva santificó el fútbol y así ahora que estamos de nuevo en plena vorágine competitiva, se ven otra vez dichos símbolos por doquier. Entonces acompañó el buen tiempo, ahora no sé. Dicen que va a llover. Pero aunque ello aguara la fiesta, es hermoso verlos felices porque al serlo, nos hacen más felices a los otros. A mí al menos.
El fútbol, el deporte rey, es un despilfarro de emociones. Vaya golazo hubiera colado ayer Ronaldo (Portugal) si no hubiera sido por las yemas del portero turco. Sí, ya ven, ayer estuve, como muchos, viendo los partidos. Hoy no voy a dejar de ver a Alemania, sería un sacrilegio aunque este deporte rey tan lleno de despilfarro, también económico, me preocupe sobremanera. De él no se ha apoderado la euforia colectiva de la competición sino las suculentas primas, derechos de imagen y posteriores fichajes. Tal es así que la Liga española de fútbol cambia de nombre para mi vergüenza- porque eso es lo que siento- y pasa a llamarse Liga BBVA. Vaya golazo y qué poca vergüenza. Yo dejaría de ver esa liga que ya no es deportiva sino económica.
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1 comentario:
Sin dinero no hay fútbol, sin deporte no hay anuncios, sin éstos no hay consumo y así la rueda acaba cerrándose. Los estadios alemanes han dejado sus nombres autóctonos por los del capital globalizado (Allianz Arena, Commerzbank Arena). Pienso si la Bundesliga no se llamará ya Siemensliga. Un proceso inevitable al parecer que continuará desarrollándose y que con el tiempo abarcará cualquier manifestación mediática de masas de tipo competitivo. Las Olimpiadas caen seguro bajo el yugo de alguna "multi" hiperglobalizada en pocas décadas y del barón aquél que se inventó las reglas quedará tan poca memoria como de unos juegos en los que lo importante era participar y no tanto quién se encargara de patrocinar a los deportistas...En fin, un poquito de pesimismo cultural no viene mal en épocas futboleras. Contrarresta un entusiasmo generalizado algo excesivo y ayuda a sobrellevar la dosis diaria de balompie con más holgura. Mari Loli Quinina
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