sábado, 15 de diciembre de 2007

Cuernos, sangre y jerga: sobre los toros


No os equivoquéis. No por ser sevillana defiendo a capa y espada cual Don Juán la honra de Doña Inés el tema de las corridas, la muerte del toro y la cultura del torero... Demasiado complicado este tema como para tratarlo aquí. Más adecuado un foro público, en el que no haya lugar a los malentendidos y uno pueda expresarse sin miedo a que le falle la tilde, le falte la coma o no consiga imprimir a sus palabras la vehemencia deseada.


Adopto otra postura que tiene sobre todo que ver con la producción semántica que genera el mundo del toreo, la crítica taurina y la nobleza de ese animal condenado por siglos a ser la bestia sublimada de la psique humana a la que se enfrenta un hombre, hoy sí, en una terrible desigualdad de condiciones. Me pregunto cómo sería eso de la Fiesta sin médicos, enfermeras y helicópteros alquilados por un millón la tarde de corrida. Si caerían tantos toros como toreros, lo cual daría una imagen más equilibrada de toda esta parafernalia que aunque cueste a muchos si que puede definirse como cultura.


Os dejo aquí un extracto de un comentario aparecido en un periódico durante la temporada pasada sobre el enfrentamiento entre Inquisidor y el Fundi. Son palabras que ponen de relieve el misticismo y el mito de la tauromaquia y desde luego recalcan sin pudor el horror de una batalla perdida para el animal desde el principio:


"Bufaba y resoplaba el cárdeno Inquisidor, bien nutrido, sazonado de años y justo de cuerna, buscando un alma cándida a la que acometer, cuando Fundi le paró los ánimos con una simple capa. Contribuyó la puya -sonaban campanazos en el estribo- y bramó en banderillas: alaridos de inquisidor que ponían los pelos de punta. Y no digamos la embestida de media arrancada turbia y revuelta traidora, buscando, inquisidor, herir la carne. Y aún lo intentaba tras 4 pinchazos y 7 descabellos."


A mí me recuerdan estas palabras a los estremecedores relatos que pueden leerse sobre las batallas en Flandes de los tercios españoles, a las macabras descripciones de los combates marítimos en Lepanto o en Trafalgar...Es decir, cosa de hombres muy machos, con las carnes abiertas y la mugre en las camisas. Algo que pone de manifiesto que esta violencia atávica se relaciona con algún tipo de esencia hispánica condicionada por la territorialidad fronteriza de la Península. La piel de toro ibérica (permitidme el barato juego de palabras) es ella en sí, o tal vez lo fue, una plaza de toros inmensa, seca y amarilla como el albero en la que corrió mucha sangre que llegaría a marcar nuestro propio lenguaje. No creo que exista idioma mejor para dar vida con palabras al enfrentamiento toro y hombre. A mí me gusta leer en alto lo que os he pegado a esta entrada. Tiene un punto erótico que nunca le ví a la Fiesta y eso que he visto unas pocas corridas. Pido, no obstante, disculpas a las almas sensibles por haber insertado este tema aquí. Lo tenía guardado desde hace tiempo, esperando a ver qué hacer con el y hoy me he atrevido...

3 comentarios:

Anónimo dijo...

A puerta gayola recibo tu entrada y quién sabe si alguna verónica o aragonesa me harán citar al toro a los medios. Otro día quizás.
No hablaremos de toros, si no es políticamente correcto- aunque a mí no me gusta llevar al morlaco a las tablas- sino de léxico taurino, un léxico épico, poético y para laicos casi incomprensible. Supongo que como todo en el mundo de los toros para los que no se han criado con él.
Lo que sí me aterra es que se han perdido maneras en el arte del toreo. Va pasando como en el fútbol: todo con tal de sacar dinero. 4 pinchazos y 7 descabellos se los merecía el Fundi. Eso sí es una barbarie. Los toreros mediocres no deberían entrar a matar. Un buen torero lo es desde que hace el paseíllo hasta que lo llevan a hombros al hotel. Y de eso es de lo que quiero hablar. Hablemos de los que cargan con el torero y lo llevan a hombros al hotel. Tras la guerra, lo hacían por dinero(creo que era El Cordobés quien se ganaba algo de dinero así antes de ser torero); hoy, por afición. Por fuera puede parecer ridículo, incluso palurdo, pero en el fondo es un sentimiento de admiración por algo que hace gozar los sentidos del portador. Y es ésa su forma de agradecerle al torero unos momentos de gloria la que me conmueve profundamente. Qué quieren que les diga, me atrae más el arte del toreo que Tokio Hotel.
Mila

Anónimo dijo...

Mila, siento decirte que el toreo no tiene futuro en este pais, quizas en Latinoamerica si, pero aqui tiene las horas contadas. Aparte de su funcion como fuente de cotilleos respecto a la vida amorosa de los toreros, el interes mediatico y popular del toreo ha decaido en las ultimas decadas en picado. Por mucho que se empeñen algunos "expertos" en asegurar que goza de una muy buena salud, si miramos el publico que asiste a las plazas, la media de edad rondara los 50 años (y creo que me quedo corto)y se ven pocas caras jovenes en el publico. Atras quedaron los tiempos en los que el toreo y sus figuras se veian como modelos de vida. Eso es cosa de la posguerra.
El toreo (¿arte?) y todo lo que le rodea, incluyendo esa forma de escribir y narrar, que para mi, laico en estos temas, huele a establo y a testoterona con patatas, esta condenado a desaparecer. Es triste, pero cierto. Y que conste que a mi me da pena que desaparezca, pero las palabras contra el maltrato a los animales podran mas que "El cosio". Al tiempo.

Anónimo dijo...

Que así sea!!! La fiesta nacional no es arte ni cultura...es tortura!