lunes, 18 de junio de 2007

El poeta y la novicia, amores deliciosamente prohibidos

Me acabo de enterar de que en breve se publicará Libro de amor de Juan Ramón Jiménez. Será presentado en Madrid, en la Residencia de Estudiantes el próximo miércoles (20 de junio). !Qué pena no poder estar allí! Tanto cómo se ha hablado del lirismo conceptual de Juan Ramón y de la inmaterialidad de su poesía, parece que en estos 25 poemas inéditos el autor dio ruenda suelta a su parte más erótica y carnal. Son poemas sobre las diversas amantes que tuvo antes de conocer a Zenobia Camprubí, su gran amor. No permitió que se publicaran nunca por respeto a su mujer, para no herir el tallo amoroso que comenzaba a forjarse entre ambos justo después de terminar esa obra. Muestra de gran respeto que no tuvieron otros poetas hispanos con sus compañeras. Pienso en Alberti, en Neruda...

Lo mejor de toda esta historia es que las hermanas del Santo Rosario (una orden más de las miles que hay) han presentado una queja oficial porque algunos de los poemas están dedicados a una monja del convento con la que Juan Ramón tuvo una tórrida historia. No solo amor blanco sino también rojo, ardiente, explícito. Es probable que en esos versos sobre cuerpos desnudos y pasiones enclaustradas en celdas relucientes de cal las monjas de hoy vean mancillado su honor de convento. Si fuese así me gustaría decirle algo a estas hermanas tan pudorosas. Nunca creí aquello de que una mujer casada con dios no siente más amor que el espiritual. Me ví ratificada cuando, ya mayor, tuve la oportunidad de ver los silicios y otros artilugios insólitos con los que las novicias divinas se disciplinaban en su amor a dios. En mi opinión es un alivio saber que algunas de las mujeres que firmaron el contrato conventual no escogieron el camino del castigo corporal para cumplir con sus obligaciones maritales. ¿Por qué no va a ser legítimo poder llegar a Èl por la vía del deseo y la unión con otro ser humano?

El amor, poetizado por Juan Ramón Jiménez no puede ser malo ni oscuro ni maloliente. Solo puede ser eso, amor. Y pasados ya tanto años, el honor de esa mujer que deseó al poeta no está en tela de juicio ni debería ofender a sus compañeras actuales....Es más, imagino a la antigua novicia tomando café en algún sitio celestial con el poeta, comentando con Zenobia la última publicación de Jiménez....Qué queréis que os diga, a mi esta historia me parece hermosísima y la queja monjil, precisamente eso, mojigata. Menos mal que vivimos en otros tiempos, menos mal. Marta

1 comentario:

Mila dijo...

Será ciertamente interesante ver unos poemas inéditos de Juan Ramón Jiménez, sean de la temática que sean.
Tu entrada trae a colación el tema de la autodisciplina religiosa. Este asunto sí es para mí oscuro y preocupante. Se podría pensar que en pleno siglo XXI no tiene sentido flagelarse o autoagredirse. Sin embargo, siguen existiendo estas prácticas como signo de cercanía al dolor que Cristo experimentó en la cruz.
Me pregunto si tal dolor hace que una persona sea mejor ante los ojos de Dios. Teológicamente son todos cuerpo de Cristo, con lo cual cuando se inflijen castigos, están castigando físicamente a Dios.
¡Vivir para creer!