Tradicionalmente estas señoras se venían dedicando a las labores propias del género femenino en el hogar, con la diferencia, claro está, de que el hogar había ensanchado sus muros y se había convertido en toda una nación. La atención a los más desvalidos, las fotitos con los abuelos y la entrega de sumas de dinero a hospicios, orfanatos y asilos parecía entrar dentro de esos cánones verbalizados siglos atrás por la burguesía ascendente europea que se nos fueron solidificando y que al parecer habían permanecido inamovibles desde entonces. Es decir, que la esposa del Presidente, si quería entrar de algún modo en la actividad política del mismo, había de hacerlo desde un plano muy parecido al que tenía en el "hogar, dulce hogar": desde la cocina, la sala de costura o como mucho en el salón de recibir visitas. Papel representativo, acompañante en actos oficiales y toda esa retórica patriarcal que se esconde bajo la famosa frase, "detrás de cada gran hombre, hay una gran mujer". Detrás.
Bien, esto va cambiando. Si es cierto que doña Hillary Clinton aguantó los dimes y diretes de su famoso marido con Monica Lewinsky con unos arrestos más propios de la Regenta que de una mujer del siglo XXI, se puede argumentar a su favor, que lo que estaba en juego era el poder. Eso sí, el de su esposo. Hillary es, no obstante, una corredora de fondo y es posible que en aquel momento ya estuviese pensando en su futura carrera por la presidencia estadounidense. Carrera que no empezó antes de que su marido dejara el poder. Detalle éste importante para mi próxima argumentación.
En Sudamérica tenemos el alentador caso de doña Michelle Bachelet. De perseguida y torturada política a Ministra de Defensa en el Chile postpinochetista. El enorme ímpetu político de esta mujer, capaz de meterse en la boca del lobo y sacarle los dientes uno a uno, con paciencia, diplomacia, buen tino y acierto, es la imagen opuesta a esa Primera dama a lo Laura Bush con la que tanto nos acosan los medios de comunicación. Bachelet es mujer, política y desde hace un tiempo presidenta electa de Chile. Se nos ahorró el paso ese de ser la mujer del "Presi".
Se me ocurre todo esto porque ayer leí en la prensa alemana (die tageszeitung) que doña Cristina Fernández de Kirchner, senadora por la provincia de Buenos Aires y esposa del actual presidente de Argentina Nestor Kirchner, se presenta a las próximas elecciones nacionales en sustitución de su marido. Con esto podría decirse que culmina una carrera política importante (fue concejala de urbanismo en Río Gallegos, diputada en el Parlamento provincial de Santa Cruz y vicepresidenta del mismo)... marcada por la de su marido. Este fue alcalde de Río Gallegos y luego gobernador de Santa Cruz. Tanto monta, monta tanto.
Mi reacción al leer esta noticia fue de cierta estupefacción. ¿Es esto aceptable? ¿Cuando el rey se cansa, que siga la reina? Cierto es que doña Cristina aún ha de ser elegida en unas elecciones democráticas. También es verdad que tiene una serie de ventajas no verbalizadas pero evidentes frente a otras candidatas o candidatos. Aquella candidata cuyo marido no sea más que médico o arquitecto tendrá seguramente menos tirón popular que la mujer del "Presi". Hay en la historia casos en los que esta categoría social única sirvió para aupar a una mujer al poder. Apunto una frase que he encontrado en internet: 'La esposa presidencial como la mejor candidata a la sucesión es característica del modo de conducción del peronismo, un cesarismo populista cuyo jefe es siempre el que mejor decide' (María Sáenz Quesada. Historiadora. Declaraciones a Efe). Por favor, quédense con lo último, "un jefe es siempre el que mejor decide". Yo, por mi parte, me quedo entonces con Bachelet, porque parece no haber tenido a nadie por delante ni a nadie por detrás y porque es ella la jefa.