viernes, 23 de noviembre de 2007

La última venganza de D. Mendo, en ataúd y cubierto de anarquismo


Es verdad, verdad amarga, que todo pasa y nada queda y que la condición humana está condenada a perecer. Sin embargo, ante esta realidad rotunda e ineludible pueden los actores, pintores, artistas en general hacerle una mueca burlesca a la vieja de la guadaña y quedarse tranquilos, sabiendo que el paso a mejor vida (o no vida...que cada uno rellene este hueco como pueda o quiera) no significará el olvido de los que quedamos en esta perra existencia.


Sí, se murió Fernando Fernán Gómez, actor de tal grandeza que no cabe describirla aquí ni merece los adjetivos mediocres de mi prosa. Una cara tan conocida para todos los españoles del siglo XX como el sabor del Colacao, como la voz rasgada y profunda de Paco Rabal, como la melodía triste e hiriente de las hermosas canciones de La Piquer. Se mueren. Fallecen todos aquellos que hicieron de mi país un lugar mejor con su arte, sensibilidad, sus miserias y valentías. En la cutrez de las terribles décadas de dictadura supo Fernán Gómez mantener la dignidad de anarquista escondido tras la máscara del actor. Pudo además llenar de perfiles humanos y creibles a todas las figuras que por él vi interpretadas....Y si de algo tengo pena es de no haberle visto en el teatro, de no haberle oído esa voz de orujo y cazalla que tanto hacía reír y tanto llanto llegó a provocar.


Mi primer contacto con él es un sábado de sobremesa, aburrida y algo alucinada ante lo que ven mis ojos infantiles en la tele. Un teatro filmado, de rima consonante pareada, de escenarios de cartón piedra y vestuario hecho con telas de kilo a cinco pesetas. D. Mendo me hizo reír mucho, por su mímica, su cuerpo deshilachado y lacio, por su aparente inutilidad para lograr el amor, el dinero, la fama reservada para otros de mejor destino. Fue tema de bromas e imitaciones en el colegio, también la primera película en la que percibí el corsé creativo impuesto por la memez nacionalcatólica y el modo ladino y ágil de reventarlo. Fue mi escuela personal de lo que considero aún la esencia de una España valleinclanesca, que hizo del esperpento el mejor modo de no sucumbir ante la mediocridad que ocasiona el hambre, el miedo y el frío.


No puedo acabar sin hablar de D. Arturo, el viejo actor de comedias que acompañado por su familia de faranduleo recorre esos pueblos inertes de la meseta castellana tratando de hacer teatro para un público que prefiere el cinematógrafo. Ese viaje a ninguna parte, gran novela escrita por Fernán Gómez, que obliga a los señores pasajeros a acabar poniéndose delante de una cámara, a vender la honestidad y el hambre del teatro por la ficción de la imagen....por un platillo de sopa. Genial escena aquella en la que D. Arturo, sobreactuando por deformación profesional de cómico de tercera regional, repite con exceso su entrada triunfal en el cine: "Señorito, señorito..." y el director tira la gorra ofuscado, preguntándose en qué mala hora le trajeron a ese abuelo mequetrefe. Tan buena es la interpretación de Fernán Gómez que al espectador le quedan pegadas a la retina la mezcla inverosímil de humor y humillación que sólo los grandes intérpretes consiguen. No saber si reír o llorar. Eso es el arte.


Así que valga esta entrada como una pequeña y sentida despedida de un hombre con el que Mila y yo nos echamos unas carcajadas y unos cuantos "¡qué pena!" ayer al recordarlo. El detalle de la bandera anarquista cubriendo su féretro es una de esas genialidades más que carecterizaron a Fernando Fernán Gómez en vida...Seguro que sabía que ante su cuerpo cubierto de la ideología maldita pasarían los grandes próceres de la villa y que con gesto circunspecto rozarían el rojo y negro, sintiendo que la vida es toda una ironía en sí a la que tan sólo hay que darle tiempo para demostrarlo.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Hoy se puede descargar La Venganza de Don Mendo gratis

http://www.filmotech.com/egd/spc/ft_pais_02.asp

Anónimo dijo...

Hombre, un poquito de pena si que da... Era un personaje, tanto dentro como fuera de la pantalla.
Descanse en paz.