miércoles, 4 de julio de 2007

Sobre las Primeras damas de Estado

Tradicionalmente estas señoras se venían dedicando a las labores propias del género femenino en el hogar, con la diferencia, claro está, de que el hogar había ensanchado sus muros y se había convertido en toda una nación. La atención a los más desvalidos, las fotitos con los abuelos y la entrega de sumas de dinero a hospicios, orfanatos y asilos parecía entrar dentro de esos cánones verbalizados siglos atrás por la burguesía ascendente europea que se nos fueron solidificando y que al parecer habían permanecido inamovibles desde entonces. Es decir, que la esposa del Presidente, si quería entrar de algún modo en la actividad política del mismo, había de hacerlo desde un plano muy parecido al que tenía en el "hogar, dulce hogar": desde la cocina, la sala de costura o como mucho en el salón de recibir visitas. Papel representativo, acompañante en actos oficiales y toda esa retórica patriarcal que se esconde bajo la famosa frase, "detrás de cada gran hombre, hay una gran mujer". Detrás.

Bien, esto va cambiando. Si es cierto que doña Hillary Clinton aguantó los dimes y diretes de su famoso marido con Monica Lewinsky con unos arrestos más propios de la Regenta que de una mujer del siglo XXI, se puede argumentar a su favor, que lo que estaba en juego era el poder. Eso sí, el de su esposo. Hillary es, no obstante, una corredora de fondo y es posible que en aquel momento ya estuviese pensando en su futura carrera por la presidencia estadounidense. Carrera que no empezó antes de que su marido dejara el poder. Detalle éste importante para mi próxima argumentación.

En Sudamérica tenemos el alentador caso de doña Michelle Bachelet. De perseguida y torturada política a Ministra de Defensa en el Chile postpinochetista. El enorme ímpetu político de esta mujer, capaz de meterse en la boca del lobo y sacarle los dientes uno a uno, con paciencia, diplomacia, buen tino y acierto, es la imagen opuesta a esa Primera dama a lo Laura Bush con la que tanto nos acosan los medios de comunicación. Bachelet es mujer, política y desde hace un tiempo presidenta electa de Chile. Se nos ahorró el paso ese de ser la mujer del "Presi".

Se me ocurre todo esto porque ayer leí en la prensa alemana (die tageszeitung) que doña Cristina Fernández de Kirchner, senadora por la provincia de Buenos Aires y esposa del actual presidente de Argentina Nestor Kirchner, se presenta a las próximas elecciones nacionales en sustitución de su marido. Con esto podría decirse que culmina una carrera política importante (fue concejala de urbanismo en Río Gallegos, diputada en el Parlamento provincial de Santa Cruz y vicepresidenta del mismo)... marcada por la de su marido. Este fue alcalde de Río Gallegos y luego gobernador de Santa Cruz. Tanto monta, monta tanto.

Mi reacción al leer esta noticia fue de cierta estupefacción. ¿Es esto aceptable? ¿Cuando el rey se cansa, que siga la reina? Cierto es que doña Cristina aún ha de ser elegida en unas elecciones democráticas. También es verdad que tiene una serie de ventajas no verbalizadas pero evidentes frente a otras candidatas o candidatos. Aquella candidata cuyo marido no sea más que médico o arquitecto tendrá seguramente menos tirón popular que la mujer del "Presi". Hay en la historia casos en los que esta categoría social única sirvió para aupar a una mujer al poder. Apunto una frase que he encontrado en internet: 'La esposa presidencial como la mejor candidata a la sucesión es característica del modo de conducción del peronismo, un cesarismo populista cuyo jefe es siempre el que mejor decide' (María Sáenz Quesada. Historiadora. Declaraciones a Efe). Por favor, quédense con lo último, "un jefe es siempre el que mejor decide". Yo, por mi parte, me quedo entonces con Bachelet, porque parece no haber tenido a nadie por delante ni a nadie por detrás y porque es ella la jefa.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Debe ser que alguna descubre su vocación de manera tardía. No me gustaría tener que pensar que estas mujeres se suben al carro del oportunismo. Aunque si después les votan, nos lo tenemos merecido.
Valga aquí mi más sincero respeto. Eso sí con un consejo a la clase política: no devalúen más la función de gobernante que dentro de nada vamos a querer vivir en anarquía.

Anónimo dijo...

Siento muchísimo tener que decirlo pero Bachelet sí que tuvo a alguien por delante: su padre y toda su familia. Eso en una sociedad como la chilena no sorprende a nadie ya que allí el poder está en manos de unas cuantas familias y el apellido parece ser la llave de entrada. Con eso no quiero negar los méritos de Bachelet, pero sí llamar la atención a algunas decisiones tomadas por ella en los últimos meses, véase por ejemplo su reacción en la protesta de los escolares.

Anónimo dijo...

Bien, en relación al último comentario tengo que decir que lamentablemente el refrán "de casta le viene al galgo" es una comodidad verbal hispana para precisamente justificar este tipo de dinastías familiares. Me parecen tan deleznables como cualquier otra dinastía...No creo en los poderes hereditarios. Respecto a la segunda parte del comentario, se me ocurre que podríamos hacer una serie de diferencias en relación a los dos personajes, Bachelet-Cristina Hernández. Menciono una y es la relacionada con la trayectoria política y la ocupación de cargos administrativos. Ser concejala en el mismo ayuntamiento donde el marido ocupa el cargo de alcalde es, cuando menos, cuestionable. No obstante, creo importante aclarar que en mi comentario no me estaba refiriendo a la labor ejecutiva de Bachelet. De eso sé bien poco. Sólo decir que hasta ahora no ha habido en la historia un solo político que no se haya visto ensuciado por su profesión. Mezquina, interesada y servil con el capital, la política en estos últimos siglos ha demostrado ser uno de aquellos infames elementos liberados al abrirse la Caja de Pandora...Y así seguimos. Marta

Anónimo dijo...

Depués de haber leído tanto el texto de Marta como los diferentes comentarios me puse a investigar en la red sobre la vida de Cristina Fernández. El resultado fue que Cristina Fernández ya durante sus estudios se interesó por y se metió en políticas. Ella estudió abogacía en la misma universidad que su después marido Kírchner. Despúes de la vuelta a la democracia argentina era diputada elegida de Santa Cruz en el parlamento argentino en varias ocasiones y luego fue elegida para el senado. Escribo todo esto porque acabé preguntándome dos cosas: Las noticias que recibimos acá sobre lo que pasa en la otra parte del mundo llamada Latinoamérica reflejan verdaderamente lo que ocurre ayá? Y: Debe la esposa de un dirigente político sólo por el hecho de ser esposa de éste su carrera política a su esposo? O tiene que renunciar a sus ambiciones políticas para evitar discusiones como las que llevamos en este blog?
Mi opinión personal es que no. Las sociedades argentinas y chilenas son sociedades en las cuales la cuna decide sobre tu porvenir y parece casi inevitable que una siga el mismo camino que el padre o que otra trabaje en el mismo campo que su esposo.

Anónimo dijo...

Creo Katja, que has dado con la cuestión central del asunto. Es bien cierto que las noticias que aquí recibimos sobre Latinoamérica están condicionadas por la propia percepción del corresponsal destinado allá y que redacta para acá. Vemos el mundo con los ojos de uno de los nuestros y esto implica una perspectiva que seguramente no haga justicia con la realidad completa de un país tan enorme como Argentina. Sin embargo, no creo que esto haya de evitar comentarios sobre jugadas políticas tan sonoras como las de la pareja Kirchner. No se trata de criticar la carrera hacia al poder de ambos, sino de analizarla y situarla en su sitio. Han sido muchas las sociedades a lo largo de la historia en las que la cuna ha jugado un papel relevante para asegurar la perpetuidad en el poder de una familia. Los casos chileno o argentino no son exclusivos. Lo que si considero algo sospechoso es que determinados modos de sucesión en el poder se sigan practicando actualmente en países en los que precisamente se habla desde hace tiempo de la necesidad de reinstaurar la confianza popular en las instituciones políticas y sociales. Si los modos de hacer y practicar la política no cambian, el pueblo tampoco y entonces se repiten una y otra vez las mismas estructuras y funcionamientos. No hay variación en el sistema. Esto deberían saberlo aquellos que se dedican a esa profesión y quizás sea ese el problema...que lo saben y no tienen ningún interés en cambiar las tornas. The show must go on! Marta