Muchas cosas ocurren un 11 de septiembre: La Diada de Cataluña, los atentados en las Torres Gemelas, la muerte de Allende... Pero también ocurren muchas otras un número par o impar de cualquier mes. Sin embargo, hoy no podría no recordar la figura de Salvador Allende en los 34 años de su muerte. Una muerte que no él quería que fuera entendida como martirio sino como ofrenda. Y así fue. Nunca abandonó La Moneda como tampoco abandonó Chile. Se quedó en la memoria de los chilenos y de todos los demás que crecimos con el halo de respeto que producía su nombre.
La muerte de Allende fue trágica por lo decidida pero también porque moría el héroe que había hecho soñar al pueblo.
He aquí sus últimas palabras:
"(...) Trabajadores de mi Patria, tengo fe en Chile y su destino. Superarán otros hombres este momento gris y amargo en el que la traición pretende imponerse. Sigan ustedes sabiendo que, mucho más temprano que tarde, de nuevo se abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre, para construir una sociedad mejor. ¡Viva Chile! ¡Viva el pueblo! ¡Vivan los trabajadores! Estas son mis últimas palabras y tengo la certeza de que mi sacrificio no será en vano, tengo la certeza de que, por lo menos, será una lección moral que castigará la felonía, la cobardía y la traición."
(11 de septiembre de 1973, del mensaje a los ciudadanos transmitido por Radio Magallanes a las 9,03 de la mañana)
Pinochet pretendió eliminarlo pero lo único que consiguió fue perpetuarlo en la historia y además con letras mayúsculas.
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1 comentario:
Pinochet pasará a la historia como uno más de esos generales fantoches que se creían llamados a salvar la patria...De esos ya hemos tenido en la entrada anterior y ya se ve lo que queda de las glorias pasadas llamadas a perdurar en la eternidad. Quedan hijos de escasas neuronas, trajes de gala destinados a subastas públicas y sobre todo un mal sabor de boca solo en el intento de pronunicar a...¿de quién hablábamos? Pues eso. Marta
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