domingo, 2 de septiembre de 2007

Todo lo puede la música

No sé si a ustedes les ocurrirá lo mismo pero en ocasiones siento verdadero placer al escuchar ciertos compases. Podría describir mi estado como un nirvana, un arrebato de sentidos que trasgreden mi cuerpo como en un viaje cósmico. Bueno, en realidad no sabría explicarles muy bien ese estado tan beneficioso que aporta a mi algo mermado intelecto un atemporal y sosegado espíritu. Por algo dirán que la música amansa las fieras. En mi caso incluso mi feroz sibarita instinto.
La música entró en mí como los juegos, en plena infancia, cual decisión adulta, consciente, sincera, determinada. Entró por estar ahí presente en cada rincón de mi vida, latente. Hoy en día creo que fue maravilloso el poder contar con la infraestructura necesaria para ello. Por eso, celebro la dedicación de numerosos educadores musicales. En especial, hoy en este blog, la labor de José Antonio Abreu, que lucha décadas contra la pobreza desde la riqueza del lenguaje musical. Su misión, librar de un futuro incierto a niños, en apariencia, abocados al fracaso social. Junto con él colaboran hoy directores de prestigioso renombre como Abbado o Rattle. Este último ya me impresionó hace años con su proyecto de danza con alumnos berlineses. Un verdadero placer ver lo que con ello consiguió y al mismo tiempo recibió.
La música, como el amor, todo lo puede.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Imagínate un mundo sin notas. Piensa en un silencio perpetuo, un tono neutro sin matices algunos, la ausencia de palabras cantarinas y acentos rítmicos. Para mí eso es la nada, la falta de algo que me remita a mi entorno, la carencia de un alrededor que necesito como el agua porque sin él me ahogo, me seco. Un mundo sin música es como la tierra agrietada, le falta la vida que corre por los innumerables surcos que la recorren. Así que aquello que suene, me habrá de gustar. Alguien dijo que la música amansa a las fieras pero pocos hablaron de la música bestial. Con ello me refiero a los tonos infernales, agresivos y violentos que buscan provocar nuestros oídos. También me agradan. El grito es una forma dura y directa de llamar la atención de nuestros semejantes. Molesta y hace retroceder pero no es el arma que mata. Esto último se me ocurre en relación a aquellos proyectos que, como la orquesta palestino-israelí dirigida por Daniel Barenboim, pretenden juntar los opuestos, unir los contrarios y crear el diálogo en la esfera de la armonía musical. Las palabras llevan a los actos más perversos. La música no. Si, claro, como siempre habrá alguien que me hará una referencia vistosa y algo sensacionalista al tema Heavy Metal, Gothic Music o Punk Rock. Lo siento pero no. Que la clase media amante de Julio Iglesias se asuste escuchando a Molotov no me parece mal. También yo viví en el horror cutre y acartonado de las baladas horteras. Pero no por eso me dió por matar al perro de la vecina. Y es que la música....Marta