Aunque no sé mucho sobre el tema he de reconocer que me alegra saber que el actual Presidente de Ecuador, Rafael Correa, va ganando en los primeros recuentos realizados hasta la fecha de las elecciones a la asamblea Constituyente. Más me relaja escuchar o leer sus palabras abiertas al diálogo, dispuestas a ofrecer el espacio necesario para que todos aquellos que quieran trabajar por mejorar la precaria situación de este país encuentren un lugar, aunque no sea o no parezca ser el suyo. Lo digo porque sé que algunos miembros de la oligarquía ecuatoriana tienen terror a este político. Más o menos como los oligarcas bolivianos, los venezolanos, etc...Están desconcertados ante el brusco cambio que se ha ido operando a lo largo de estos oscuros años neoliberalistas en las sociedades civiles de estas comunidades nacionales. Y es que pobreza, marginación, ignorancia, clasismo, insalubridad, hambre no son antídotos contra el cambio político, social o económico.
Hace poco charlaba con una mujer de Bolivia que criticaba en buen tono y con comentarios precisos algunas de las gestiones puestas en marcha por Evo Morales desde su nombramiento. Esta boliviana argumentaba que no se puede cambiar un estado de siglos en dos meses y que en ocasiones la actitud de Evo daba pie a esperanzas infundadas o al menos revestidas de un populismo chillón que le hacían recordar otros tiempos, otros entusiasmos igualmente legítimos, justos y con futuro que no habían hecho sino hundir aún más al país. La conversación con esta señora me dio que pensar pues ella misma sabía situar sus palabras en relación a su contexto de procedencia, se veía como un ser privilegiado socialmente y por ello con capacidad para observar la nueva situación de su lugar de procedencia. Para ella el cambio no era Evo sino la posibilidad de poder debatir determinadas cuestiones con más libertad, de integrar a todos los agentes sociales sin excepción en la configuración de un nuevo futuro. Hablaba de todos, incluyendo a esos oligarcas a los que hacía referencia más arriba. Sin ellos, sin su participación en el cambio y en la mejora, Bolivia, Ecuador o Venezuela no saldrían del hoyo.
Me parece difícil semejante tarea pero imprescindible y en esa complejidad está desde mi punto de vista el éxito de la empresa. Complejidad, dificultad, retrasos, desengaños, corrupciones e injusticias forman parte de una sociedad plural. Pluralismo significa además poder enfrentarse a las mismas con un talante abierto, no acotado a clases ni grupos sociales. Estoy de acuerdo con aquellas personas que consideran que no se puede borrar de un plumazo a los "ricos" de una comunidad social, que también ellos forman parte y contribuyen a darle forma. No obstante, me parece igualmente acertado apostar por los que opinan que también los menos pudientes, los analfabetos, los desposeidos, los pueblos indígenas marginados, las mujeres tienen VOZ y lo que es más importante VOTO. Legítimo, individual y respetable. Esa ha de ser la premisa.
Aunque no quiero ir de resabiada por la vida se me ocurre para concluir que lamentablemente los grupos mencionados al final del último párrafo no han tenido hasta la fecha la posibilidad de actuar y hablar políticamente, de decidir en base a lo que ellos consideren oportuno. Seguro que algunas de las propuestas que hagan harán estremecerse a alguien de formación universitaria, trabajo seguro de ocho a cuatro de la tarde y con dos hijos esperando para cenar en casa...Pero es que esa normalidad tan burguesa no es la única opción y sobre todo de forma indirecta ha sido sujeto agente en la destrucción de otras actitudes sociales, morales y éticas en Latinoamérica. Quizás si que ha llegado la hora de que sean otros, los otros, los que se metan en faena.
No hay comentarios:
Publicar un comentario