domingo, 21 de octubre de 2007

Alma ausente

Que me perdone García Márquez, quien ganara veinticinco años atrás el Nobel de Literatura y también Doris Lessing por apenas haberle dedicado una entrada que, seguramente y a pesar de no ser hispana, merece pero si he de quedarme con alguien, me quedo con él porque sigue siendo el rey. Como Sánchez Mejías, un alma ausente. Y así, tal y como él ya pidiera, dejamos el balcón abierto tras su muerte.
La obra de Lorca, estudiadísima, no deja de dar sorpresas. En dos años se reeditará "Poeta en Nueva York", que debería llamarse "Poeta en New York", según puño y letra de Lorca. Albricias. Una buena excusa para volver a gozarlo.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Eso de "albricias" me suena a "repampanos", "caramba" y demas expresiones sacadas del "Mortadelo y Filemon" y parientes varios del TBO.

Anónimo dijo...

Sí, lo sé pero no se me ocurrió palabra más adecuada. Propondrías tú alguna? Eso sí, sin cambiar sintaxis y semántica. Mila

Anónimo dijo...

Y al hablar de Lorca siempre me acuerdo de:

Romance Sonámbulo

Verde que te quiero verde.
Verde viento. Verdes ramas.
El barco sobre la mar
y el caballo en la montaña.
Con la sombra en la cintura
ella sueña en su baranda,
verde carne, pelo verde,
con ojos de fría plata.
Verde que te quiero verde.
Bajo la luna gitana,
las cosas la están mirando
y ella no puede mirarlas.

Verde que te quiero verde.
Grandes estrellas de escarcha,
vienen con el pez de sombra
que abre el camino del alba.
La higuera frota su viento
con la lija de sus ramas,
y el monte, gato garduño,
eriza sus pitas agrias.
¿Pero quién vendrá? ¿Y por dónde?
Ella sigue en su baranda,
verde carne, pelo verde,
soñando en la mar amarga.

--Compadre, quiero cambiar
mi caballo por su casa,
mi montura por su espejo,
mi cuchillo por su manta.
Compadre, vengo sangrando,
desde los puertos de Cabra.
--Si yo pudiera, mocito,
este trato se cerraba.
Pero yo ya no soy yo,
ni mi casa es ya mi casa.
--Compadre, quiero morir,
decentemente en mi cama.
De acero, si puede ser,
con las sábanas de holanda.
¿No ves la herida que tengo
desde el pecho a la garganta?
--Trescientas rosas morenas
lleva tu pechera blanca.
Tu sangre rezuma y huele
alrededor de tu faja.
Pero yo ya no soy yo,
ni mi casa es ya mi casa.
--Dejadme subir al menos
hasta las altas barandas,
¡dejadme subir!, dejadme
hasta las verdes barandas.
Barandales de la luna
por donde retumba el agua.

Ya suben los dos compadres
hacia las altas barandas.
Dejando un rastro de sangre.
Dejando un rastro de lágrimas.
Temblaban en los tejados
farolillos de hojalata.
Mil panderos de cristal
herían la madrugada.

Verde que te quiero verde,
verde viento, verdes ramas.
Los dos compadres subieron.
El largo viento dejaba
en la boca un raro gusto
de hiel, de menta y de albahaca.
--¡Compadre! ¿Dónde está, dime?
¿Dónde está tu niña amarga?
¡Cuántas veces te esperó!
¡Cuántas veces te esperara,
cara fresca, negro pelo,
en esta verde baranda!

Sobre el rostro del aljibe
se mecía la gitana.
Verde carne, pelo verde,
con ojos de fría plata.
Un carámbano de luna
la sostiene sobre el agua.
La noche se puso íntima
como una pequeña plaza.
Guardias civiles borrachos
en la puerta golpeaban.
Verde que te quiero verde,
verde viento, verdes ramas.
El barco sobre la mar.
Y el caballo en la montaña.

Y si además escucho a Manzanita, no sé por qué, se me habre el alma...
http://www.youtube.com/watch?v=5ooB8W7XGLY

Marta R.G.