Otra de las características de ese otoño al que me refería hace unos días es la concesión de numerosos premios de variada naturaleza. Sean los Nobeles, Planeta o Nacional de Narrativa, casi cada día las portadas de los periódicos anuncian el nombre de un ganador o ganadora, recubriendo al mes de octubre de un aura triunfadora y festiva que pega bien con los colores típicos de la época: amarillos dorados, naranjas sedosos y rojos intensos que por mi parte asocio a la calidez de la gloria efímera: apabullante y breve con un final gris y húmedo.
Hoy he leído en los acostumbrados periódicos digitales peninsulares sobre los dos nuevos afortunados (o quizás no sea esta la mejor palabra con la que designarlos) que se han llevado los gatos literarios ibéricos del 2007 al agua. He de reconocer que lo que más me gusta de los premios es cuando caen como una bomba sobre el anónimo funcionario de Correos que en las horas libres de su monótono trabajo se dedica a la escritura. Las razones son muy diversas y entre ellas flota como una aparición nebulosa el sueño adolescente de que también una puede ser "descubierta" o galardonada por una obra trabajada (¡oh, imagen romántica!) a la lumbre de un flexo en una pensión cutre de Tánger. Pero para eso la condición sine qua non es la de redactar algo más que los diarios del propio existir entre uniformes escolares, música pop y granos inoportunos...Me temo que de ahí no pasé nunca con lo que la nebulosa flotante me abandona tal y como había llegado, desvanecida y sin fuerza.
Sin duda el sentimento más potente en relación a este asunto de los premios literarios es la curiosidad. Leo con avidez los mini-argumentos que nos presentan los periodistas e intento hacerme una idea sobre el tipo de novela que me espera (aunque nunca llegue a sumergirme en sus páginas. ¡Cuántas obras prometí comprar nada más entrar en el mercado y cuántas más dejé ahí, en las librerías, abandonadas de mí y del interés que despertaron!). Me entran unas ganas terribles de adquirirlas, de disolverme fiscalmente en internet para asegurarme un ejemplar y tenerlo en casa en unos días. Como todo, las ganas van mermando con el paso del tiempo y la rueda digital informativa me ofrece como estímulo una nueva película, un nuevo CD y me olvido. Borro entonces de mi memoria el interés aquel o por lo menos lo reescribo con otro y hago de la inconstancia en el recuerdo una práctica común. ¿Fue Marshall McLuhan quien dijo que el exceso de información produce desinformación? Pues justamente a eso es a lo que me refiero.
No sé si será la cantidad de premios entonces o la musa otoñal en pleno apogeo pero confieso que ya estoy notando ese raro malestar interior que me avisa de que me estoy perdiendo algo bueno, de que se me pasa algún detalle, una obra maestra. Menos mal que también la desidia típica de esta estación anual hace estragos y me deja apática emocionalmente e inerte económicamente de tal modo que es casi imposible adquirir ningún ejemplar nuevo, del año. Pero no os vayáis a creer que me conformo...Espero como el zorro agazapado a que llegue el cumpleaños, no tan lejano como para que el recuerdo deje de persistir en su latencia. ¡Premios del 2007, ya os pillaré!
4 comentarios:
Bueno, hay premios y premios. Mi querida Marta, te olvidas del más grande: Romika García de Cáster. La próxima semana se fallarán los premios. La verdad es que estoy un tanto impaciente por saber quién se llevó el gato al agua.
Por lo del cumple, ya caerá algo, seguro.
Ah! y me recordaste que no he comprado aún, con mis últimos ahorros según mi cuenta bancaria, la entrada de Manu Chao.
Gracias por esta entrada que me hizo pensar en tantas cosas.
Mila
Yo esperaré a que salga la edicion de bolsillo de dichas obras premiadas, la cual, en mi opinion, es mas practica para llevarla a todas partes, aunque si saliera una version en pdf para leerla en el ordenador, tampoco estaria mal. Ya se que muchos papiroadictos se cortaran las venas al oir esto, pero, al fin y al cabo, en Internet, tambien leemos mucho. Y hoy en dia mucha gente se lleva el portatil a la cama ( yo aun no he llegado a eso, que la cobertura wifi de mi vecino no llega a tanto). Y ademas, que ya esta bien de talar arboles en pro de la cultura, porque libros reciclados, no es que haya muchos...
Eso digo yo...Y a tu vecino dile que le de más intensidad al tema que compartir según los católicos es vivir un poco más...A mí me parece que es morir un poco más, pero el morir puede ser tan dulce... Me alegra oirte de nuevo,Bukowski...llegas como agua de mayo en el desierto del Gobi...Menudo piropo! Por cierto, el tema ese de las clases de italiano me lo tenéis que contar en algún momento de nuestro próximo encuentro. Me he quedado con las ganas de participar en vuestra complicidad. Besos. Marta
Lo de las clases de italiano es simple, nunca fuimos a ellas a pesar de que siempre que nos encontrabamos por los pasillos, deciamos "yo voy a ir, ¿y tú?" y luego resulta que nunca fuimos ninguno de los dos. Quizas por no quedar mal nos excusabamos con la frasecita. Ademas, yo era muy dado a no ir a clase, pero, eso si, siempre quedaba bien, que es esencial.
Respecto a mi vecino, espero que no se de cuenta de ello y me permita conectarme de vez en cuando. Sé que para muchos que pagan una linea, este comportamiento puede parecer despreciable, pero, seamos sinceros, que a todos les gustaria poder conectarse a Internet sin tener que pagar por ello..
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